Nadie dijo que desarrollar software fuese fácil. Por eso, existen procesos, conocidos como metodologías ágiles, que facilitan en gran medida el camino al equipo de desarrolladores y a los clientes.
Pero, ¿qué son las metodologías ágiles? Este concepto surge por la necesidad de agilizar, como su propio nombre indica, los pasos para la creación de software.
Se centra en las interacciones humanas para poder mantener un flujo de conversación entre las partes que permita un desarrollo más dinámico y participativo.
Las metodologías ágiles utilizan un sistema de desarrollo adaptativo en lugar de uno predictivo. Esto significa que el equipo de trabajo tiene en mente el resultado deseado, pero no conoce de forma exacta el tipo de producto que podría crearlo por la imposibilidad de entender las necesidades del cliente.
Uno de los fundamentos de estas metodologías es lo que se conoce como el ciclo de vida iterativo o incremental, también conocido como desarrollo en cascada. Este concepto consiste en el desarrollo del producto de forma progresiva, proporcionando al cliente un MVP periódicamente y cada vez más funcional hasta llegar al producto final.
Las empresas que se dedican a la creación de software deben utilizar las metodologías ágiles no para generar un plan de acción, sino para crear desarrollos que se puedan ir puliendo y mejorando hasta llegar al producto perfecto.
La siguiente cuestión es conocer cuál de ellas es la que más se ajusta al estilo de trabajo de la empresa y, por ende, cuál podrá funcionar más eficazmente dentro de la misma.